¡Rompa las cadenas!
Las adicciones son difíciles de
combatir porque las mantienen vivas las mentiras que anidan en nuestros
corazones. El camino hacia la libertad requiere sinceridad personal y
compromiso inamovible con la verdad de la Palabra.
Ya todos están
durmiendo y ha sido un día bastante ajetreado. Había transcurrido otro
domingo típico: salí temprano de casa, di la clase de escuela dominical,
almorcé con el equipo de liderazgo, en la tarde mantuve algunas
sesiones de consejería, y, en la noche, unas cuantas llamadas
importantes. ¿Quién ha dicho que es fácil ser pastor?
Esta
semana trabajé como setenta y ocho horas y, aunque siempre estoy
rodeado de gente, me siento solo. Nadie podría entender las enormes
presiones, responsabilidades y tentaciones que enfrento cada día.
Sencillamente creo que nunca podré cumplir con todos los estándares de
perfección que la gente espera que satisfaga. ¡Ya no puedo con mi
culpabilidad y vergüenza! Se supone que la iglesia es un lugar para
demostrar amor incondicional, pero me siento como si viviera en una
prueba constante y siempre necesitara demostrar a la gente quien soy.
Es
durante las altas horas de la noche que puedo bajar mis defensas para,
por fin, suplir mis propias necesidades y sentirme humano de nuevo. Con
el pretexto de ministrar a más personas, me conecto a la Internet (al
menos eso es lo que me he estado diciendo). Ahí es donde «chateo» con
Susana, nuestras conversaciones siempre son emocionantes y
satisfactorias. Apenas tiene dieciséis años, pero me ha demostrado un
grado de empatía difícil de encontrar en mujeres que le triplican la
edad. Sé que no debería abrirme y contarle todo a ella, pero, después de
todo, soy pastor. Quizá no deberíamos ser tan descriptivos ni
intimar tanto en nuestras conversaciones, pero así es como a ella le
gusta y por eso me lo permito. No cabe duda de que mi esposa
desaprobaría nuestra amistad, pero Susana y yo poseemos mucho en común, y
lo mejor de todo es que me hace sentir
como un verdadero hombre, siento que valgo para alguien.
Sin
embargo, lo que más me turba de mis conversaciones con Susana es la
fantasía sexual que mantengo de ella. Así es como lo manejo, porque
sencillamente no podemos vernos y por eso paso horas viendo pornografía
después de conversar con ella. Sé que la pornografía es mala pero es lo
único que me permite intimar con alguien, aunque ocurra solo por medio
de fotografías.
Después de todo, necesito sentirme bien, liberarme de todas las presiones del día.
Por
lo menos, no soy como mi abuelo y sus sucias revistas ni tampoco soy
como el adúltero de mi padre. Sin embargo, cada vez que realizo mi
ritual de chatear, ver pornografía y masturbarme, al final reconozco que
algo está muy mal. En ese momento, me siento avergonzado y le pido a
Dios que me perdone, pero todo sigue igual. Me siento como un verdadero
hipócrita, un mentiroso y la persona más despreciable del mundo.
Desearía
tanto cambiar pero no puedo. Más bien pareciera que cada semana quiero
más y más. Mis actividades nocturnas ya están dañando a mi familia y mi
ministerio. Me siento como si viviera en un ciclo interminable de
pecados, confesiones y juramentos de que nunca más lo volveré a
practicar. ¡Ojalá mi esposa nunca se entere de eso! Por un momento,
siento que lo estoy logrando pero cuando estoy solo empiezo a soñar
despierto con Susana y me muero porque sea domingo por la noche para
conversar con ella de nuevo.
Esta
historia ilustra parte del daño que una adicción sexual provoca en la
vida de un pastor, en su matrimonio, familia y ministerio. Desde que
empezamos nuestro programa de ayuda en 1998, he identificado un ciclo
recurrente en la vida de aquellos que luchan contra alguna adicción
sexual.
El ciclo de la adicción sexual podría describirse de la siguiente manera:
Problemas internos:
La Biblia afirma que el corazón es como un lugar donde atesoramos cosas
(Sal 119.11, Lc 2.51). En él guardamos nuestras creencias más profundas
acerca de Dios, de nosotros mismos y de otras personas. Ahí
resguardamos nuestros valores, estima, propósito, significado, sentido
de seguridad, dolor y recompensas y nuestras ideas más profundas sobre
la fe, la esperanza y el amor. Estos «tesoros» pueden ser buenos o
malos, beneficiosos o perjudiciales y a menudo los percibimos en
términos de blanco o negro. Muchos de nuestros recuerdos de traumas,
abusos o abandonos yacen en los rincones más oscuros de nuestro corazón.
También es en él donde mora el Espíritu Santo. En fin, el corazón
impacta todos nuestros pensamientos, sentimientos, decisiones, conductas
y relaciones.
Fuentes de estrés:
Todos sufrimos de estrés, pero existe un cierto tipo que refuerza
nuestros problemas internos y nos tienta a experimentar aquello que nos
puede perjudicar. Cuando nuestro corazón pierde la «sintonía» con el
Espíritu Santo y con la Palabra, tendemos a ver y vivir la vida desde
una perspectiva distorsionada. Al perderla, nos volvemos vulnerables
ante las fuentes de estrés que pueden inducirnos a pensamientos,
decisiones, sentimientos y actos que destruyen nuestra vida. Estas
fuentes de estrés intensifican el dolor en nuestro corazón.
Emociones negativas: ¿Alguna
vez le ha pasado que escucha una pésima canción y después le resulta
imposible sacársela de la cabeza? Pues bien, lo mismo ocurre con los
sentimientos negativos atados a nuestro corazón enfermo. Empezamos a
deprimirnos, a amargarnos, a sentirnos ansiosos, culpables y temerosos a
medida que alimentamos nuestro dolor interno.
El papel de víctima:
Al no poder manejar el dolor, nos sentimos víctimas. Las excusas y
acusaciones así como ideas torcidas y auto-compasión surgen con la
esperanza de encontrar alguna razón que explique todo y así dejar de
sentir dolor.
Sentido de necesidad y de derecho: Inmersos
en nuestro dolor, creemos que merecemos sentirnos mejor así que negamos
cualquier responsabilidad personal, nos sentimos con el «derecho» de
suplir nuestras necesidades para acabar con el dolor.
Fantasías:
Entonces, la persona, intentando escapar del dolor, empieza a navegar
en un mar de fantasías que van más allá de los límites de una conducta
normal o aceptable, por ejemplo, salas de chateo, pornografía,
encuentros sexuales, masturbación. Las fantasías por lo general son para
sentirse mejor, atenuar el dolor y/o sentir cierto poder y control.
Ideas falsas:
Las ideas falsas nos impulsan a salir de nuestros límites internos y a
formar nuestras fantasías. Generalmente culpamos a otros, justificamos
nuestras acciones o bien podemos llegar a negarlo o redefinir nuestra
realidad para que calce con nuestra perspectiva torcida.
Ejecución:
Una vez que las ideas falsas han liquidado cualquier pensamiento sano,
buscamos la manera de concretar nuestras fantasías, y por eso empezamos a
cruzar los límites que nos frenaban. Nuestro cerebro libera un «cóctel»
de drogas compuesto por dopamina, endorfinas y adrenalina (calificadas
como más poderosas que la cocaína), el cual llega a controlar y
disfrazar al dolor. Es solo cuestión de tiempo, y, según las
oportunidades que se nos presenten, llevaremos a la realidad las
fantasías.
Expresión: Las
conductas relacionadas con cualquier adicción sexual pueden expresarse
de diferentes formas. Sin embargo, le comparto las cuatro etapas que,
según mi criterio, son las más comunes. Estas etapas reflejan una
necesidad de más y más sexo con el fin de mantener el efecto deseado de
la adicción.
- Etapa #1 La persona no sostiene ningún contacto real con alguien de carne y hueso. Ejemplos de algunas conductas sexuales: lujuria obsesiva o compulsiva, masturbación, revistas, fotografías, películas o cualquier fuente en Internet que contenga material pornográfico.
- Etapa #2 Aquí sí hay contacto o comunicación con una persona, por ejemplo: pornografía interactiva por Internet, llamadas a líneas sexuales, salas de chateo, centros nocturnos de bailarinas exóticas, prostitución, adulterio, relaciones sexuales con varias personas al mismo tiempo, etcétera.
- Etapa #3 La persona practica conductas sexuales consideradas como más depravadas.
- Etapa #4 Aquí las conductas sexuales tienden a ser extrañas, ilícitas, homosexuales o con un pago de por medio. También pueden ocurrir violaciones y sexo de alto riesgo con personas que sufren de alguna enfermedad.
La expresión de
cualquiera de estas conductas sexuales se convierte en una «realidad»
momentánea donde se alivia temporalmente el dolor del corazón, sin
embargo, este dura muy poco. Además, la vergüenza y el dolor rápidamente
reaparecen y la «medicina» no consigue curar el dolor que sufre el
corazón.
Remordimiento: Casi
inmediatamente, el dolor regresa. Los sentimientos de culpa y de
vergüenza son inevitables y provocan que uno se sienta más miserable que
antes. Al no poder cumplir con los estándares de perfección que nos
hemos impuesto, el amor condicional nos lleva a sentirnos condenados y
avergonzados, y nos negamos a ver la gracia de Dios que está disponible
para nosotros. A menos que toquemos fondo y perdamos todo, nunca nos
rendiremos ante Dios, ni diremos la verdad ni tampoco buscaremos ayuda.
Confesión protegida:
Al confesar nuestros pecados a Dios, a nosotros mismos, y/o a nuestra
pareja, tendemos a compartir solamente lo que nos resulta «seguro»
revelar. Esta confesión protegida nos permite resguardar la fuente de
nuestra adicción y placer, y refuerza la adicción en vez de destruirla.
Normalidad ficticia:
Por un tiempo, todo parece normal. Todas las situaciones parecen estar
bajo control, al menos hasta que los problemas internos vuelvan a surgir
debido a las presiones diarias. La adicción sexual puede expresarse en
un sinnúmero de formas, pero el ciclo, por lo general, siempre es el
mismo y cada vez empeora cuando la persona lleva a culminación cualquier
conducta de las ya comentadas. La adicción sexual es un reflejo del
corazón (Mr 7.1423), por eso el nivel de adicción refleja a menudo el
grado del daño que sufre en su vida, su corazón y en lo más íntimo de su
ser. Cuanto más se sane su corazón, más listo está para disminuir,
desmantelar y romper el ciclo de la adicción sexual.
A medida que se libere de esta adicción, es importante que usted:
Se vuelva a Dios y a su Palabra
para encontrar respuestas que lo ayudarán a sanar el dolor y el daño
que ha sufrido su corazón. Empiece siendo sincero con DIOS y cuéntele
todo sobre su historial sexual, rituales, ciclos y luchas. La confesión
es medicina para el alma y corazón y lo ayuda en el proceso de sanidad.
Dígale que ha intentado romper con el ciclo de su adicción sin pedirle
Su ayuda, que ha tratado de salir con sus propias fuerzas, pero que ha
fracasado amargamente. Pídale que lo perdone y busque Su ayuda y
fortaleza porque él quiere que usted confíe en él mientras experimenta
este proceso de sanidad (Pr 3.56). Empiece a llenar y limpiar su
corazón con la Palabra de Dios (Sal 119.11) y descubra lo que él dice
acerca de cómo los problemas íntimos influyen sus pensamientos,
sentimientos, decisiones, conductas y relaciones. Por último, debe
identificar aquello que sus pecados sexuales han dañado y el impacto
global que ha recibido su mundo y vida entera. La sanidad resulta
imposible sin la ayuda y fuerza de DIOS.
Sea conciente de sus pensamientos, sentimientos, decisiones y conductas.
Compárelos con aquello que la Palabra afirma que es verdadero y
correcto. Confíe en la Palabra de Dios por encima de lo que piensa y
siente. Además, sea conciente de las ideas falsas para tomar decisiones
basadas en la Palabra de Dios. Cuide de no leer en la Biblia mensajes
que el texto no respalda. Si empieza a espiritualizar las cosas más de
lo que debería, a volverse legalista o a demandar absoluta perfección,
en lugar de crecer durante su proceso de santificación y de gracia, lo
único que sentirá será vergüenza y culpa. Ambas garantizan un fracaso
constante en su intento de romper con el ciclo de la adicción sexual.
¡No pelee con sus propias fuerzas!
Resulta casi imposible que usted en soledad logre romper con el ciclo
de adicción sexual. Por dicha razón, es esencial que luche junto a otras
personas que sufren problemas similares, ya que entre todos se apoyarán
para mantenerse «sobrios». Muchas iglesias, organizaciones y
ministerios ayudan a personas que buscan librarse de las ataduras
sexuales para volver su corazón y el de sus familiares a Dios. Es
importante unirse a un grupo cristiano que ayude a hombres y que aborde
específicamente la adicción sexual. También es muy indispensable que se
reúna con un consejero cristiano especializado en este tipo de adicción
para que trabaje junto a él cuando salgan a la superficie sus problemas
internos.
Sea totalmente sincero
con su esposa, consejero y grupo de apoyo. La única manera de huir de
la oscuridad es saliendo a la luz. Las oraciones y apoyo (no
codependencia) de estas personas marcan un cambio provechoso en su vida y
matrimonio.
Guarde su corazón y computadora.
Las Escrituras nos exhortan a cuidar nuestro «corazón, porque de él
mana la vida» (Pr 4.23). Es obvio que necesitamos vigilar lo que
permitimos que ingrese en nuestro corazón. La computadora, si no somos
cuidadosos, es una puerta que el enemigo usa en contra de nosotros.
Necesitamos ser sabios y cuidadosos. Aquí le comparto algunos consejos
muy prácticos:
- Coloque la computadora en un área donde el monitor esté a la vista de todos.
- Fije una contraseña en su computadora y compártala con su cónyuge para que sepa exactamente lo que está haciendo en la computadora.
- Establezca un horario para utilizar responsablemente la computadora.
- Instale filtros para bloquear páginas electrónicas de contenido inapropiado.
Por último, tenga cuidado con los pensamientos «mágicos».
La adicción sexual no es algo que se resuelva de la noche a la mañana.
El tiempo promedio de recuperación es de cinco años, así que no juegue
de ingenuo. No piense que Satanás no va a luchar para evitar que escape
de esta esclavitud. ¡La recuperación es DIFÍCIL! Si es sincero,
después de cinco años de sobriedad, habrá salido victorioso de esta
guerra por su matrimonio y familia. ¡Se habrá convertido en el guerrero
que DIOS siempre quiso que fuera! Usted puede superar esta
adicción con la ayuda de Dios y de un grupo de apoyo. Entienda también
que Dios no está en contra del sexo, Él lo creó y lo dio para que fuera
un hermoso regalo de bodas (Gn 2.25), no obstante, Dios sí se opone al
orgullo y a aquellos que mal utilizan y pervierten su maravilloso
obsequio. En estos tiempos, Dios está buscando un ejército de hombres
fuertes que hayan roto las cadenas de la adicción sexual con el fin de
batallar en contra de ella y ayudar a los niños y a las futuras
generaciones a librarse de esta atadura. Con Su ayuda y la de un fuerte
grupo de apoyo, usted puede romper con el ciclo de la adicción sexual y
¡convertirse en uno más de los guerreros que Dios utiliza para ganar
esta batalla global!